Mucho se ha evidenciado que la mayor falla del estado mexicano es el desgobierno de sus instituciones.
Cuando existe ausencia de gobierno, otros intereses hacen de las suyas.
Así ha sido con los gobiernos municipales al huir de sus responsabilidades de cumplir y hacer cumplir las leyes.
Al dejar espacios desgobernados, la ilegalidad señorea para todos los usos y abusos: se ocupa el lugar público agandallándoselo, se comercia todo tipo de mercadería ilegal, no hay agua ni alcantarillas que funcionen, el alumbrado es pura sombra, las calles lucen mugrientas y se acumulan las basuras de todo tipo, los mercados se usan para lo sorprendente, las calles, parques y jardines se abandonan a su suerte y, criminalmente, la inseguridad crece corrompiéndolo todo.
Por eso, lo de las sillas y mesas en las plazas y jardines capitalinos no es un asunto baladí; es, en todo caso, atender el dejar hacer y dejar pasar de los sucesivos gobiernos municipales en el espacio que deben gobernar.
Así como dejan los espacios públicos, dejan sus capacidades de gobierno. Y si ni siquiera con eso pueden, menos con tareas más peliagudas que reclaman su atención legal, política y administrativa.
Contrario al paraíso del cristo en esta tierra que han querido vendernos los gobiernos estatales, la inseguridad los está retando cada vez más violenta. Si ningún gobierno es capaz de prevenir la delincuencia, menos puede resolverla y atajarla eficazmente cuando huye.
Los incidentes de mochilas explosivas en establecimientos mercantiles están anunciando que hay espacios ocupándose por la organización del crimen que cobra lo que no pueden esos gobiernos.
La existencia de “gobiernos” paralelos es la demostración fehaciente de ausencia de las instituciones. Ese es el fondo del gobierno de los espacios, de todos los espacios.