Dicen los que saben, y hasta han escrito libros, que la clase política tiene que ver con la distribución del poder, ese que se ejerce sobre todos nosotros pero que solo algunos tienen, precisamente los de esa clase.
Hace unos días, el seis de junio, fuimos a las casillas electorales a elegir a quienes se integrarán a esa clase política guanajuatense. Escogimos a 14 diputados federales con sus suplentes, a 36 diputados locales, con suplentes, y a 516 ayuntados (y suplentes) para dirigir a los 46 municipios que tenemos. No fuimos todos los que teníamos que ir a las urnas, así que todos esos son elección de minoría; pero resultaron ganadores y van a gobernar, incluidos los que lograron reelegirse. Unos como representantes y otros como gestores municipales. Esos ejercerán su poder sobre todos nosotros. Y, ¿cómo lo harán? Bueno, si nos atenemos a la norma, deberán hacer valer las leyes que juran cumplir y hacer cumplir para mejorar nuestra convivencia; deberán demostrar capacidad de respuesta ante nuestros problemas cotidianos más los imprevistos, y, desde luego, imponer la seguridad pública en todo el territorio.
Al único cargo ejecutivo unipersonal que es el gobernador, le hemos sumado esos 566 nuevos (aún con los repetidores) integrantes de la élite política de Guanajuato. En sus decisiones está el poder para definir qué sí y qué no en nuestra sociedad. Como el poder es un bien escaso, no nos toca a nosotros, la mayoría, sino a esos que llegan a los privilegios. ¿Los conocemos personalmente? ¿sabemos a qué le tiran metiéndose a la política? ¿podremos exigirles? ¿servirán para lo que necesitamos? ¿solo serán unos vivales más? Elegimos en junio para verlos sobresalir o no de ese montón, por buenas y malas acciones.