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lunes, abril 28, 2025

El caldo hirviendo

En política no hay sorpresas, hay sorprendidos.

¿Cómo sorprenderse de una sociedad que cultiva odios antiguos? ¿Por qué llamarse a sorpresa cuando las desconexiones con las élites se ensanchan constantemente?

Los demagogos, al grito de “yo soy ustedes”, aceleran las pulsiones y se encaraman en liderazgos súbitos.

Si miramos con paciencia, entenderemos que la institucionalización de la posguerra que estabilizó al mundo se agota aceleradamente. Los partidos políticos que encausaron la reconstrucción, la descolonización y la democratización se sumieron en el descrédito. Le Pen asegura que el triunfo de Trump es una derrota de las élites y el estratega del copetón planeó darle bofetadas al Partido Republicano para quitarle el poder: todas las animadversiones se han legitimado.

Esa idea de ver el progreso lineal, con una historia ascendente y al crecimiento económico como motivo de todas las cosas ha chocado con el muro del espejo: somos el planeta de la destrucción y la exclusión.

Millones de seres humanos no tienen expectativas de felicidad; tienen, sí, ojos multiplicados por la tecnología que les permiten darse cuenta en tiempo real cómo la élites se enriquecen obscenamente. La política corrompida construye a la antipolítica que todo tira: agua sucia, bañera y niño.

El hervidero de frustraciones económicas, ideológicas y políticas facilita la aparición de albóndigas demagógicas que hacen el guiso: ¡que se vayan todos!
Así avanza en el planeta la demagogia autoritaria, y así también entre nosotros. Nuestra democratización no incidió profundo en el sistema priista; la apertura a partidos políticos y procesos electorales pronto devino en reacomodo en la cima; la izquierda dejó las causas sociales por las oficinas; la derecha abandonó el recato y se entregó al pecado; y el priyismo siguió cabalgando su yegua bien domada para permanecer y dotar a los demás de su “saber” hacer política mexicana.

Las élites se han separado de las bases sociales en busca febril de riqueza, esa ilusión que no se reparte ni se comparte: la envidia social es el ingrediente especial de un caldo en olla puerca.

Arturo Miranda Montero
Arturo Miranda Montero
Profesor y gestor asiduo de la política como celebración de la vida juntos.

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