De cara a las elecciones intermedias del año próximo y terminadas las leyes de reformas, la orden presidencial es: “Acción”. En los términos priistas, hay que colocar la maquinaria para aplanar todo y a todos.
Para que la aplanadora funcione sin obstáculos, primero hay que borrar los signos de parlamentarismo, desaparecer los legisladores proporcionales; en paralelo, adquirir cuanto territorio electoral sea necesario, cueste lo que cueste, que para eso sirve el gobierno, sus programas y presupuesto.
Consultar si quitamos diputados y senadores resulta fácil ante su desprestigio. Lo que detrás está es obtener la bancada oficial disciplinada a la voluntad presidencial, como siempre fue en el priato. Si en la tanda legislativa reciente solo subieron a tribuna los designados y los demás calladitos, lo que viene es más sumisión.
Es el regreso del PRI, en todos sus sentidos. Es el presidencialismo decimonónico como organización del poder, para lo que se otorgan patentes de caza política en los territorios señoreados por jefes políticos que solo le rinden cuentas al señor presidente.
Desde 1917, nuestra constitución enlista innúmeros derechos, lista a la que se le han agregado más deseos para “Un nuevo México más productivo, competitivo y próspero”, Peña Nieto dixit; sin embargo, la concentración del poder nos ha demostrado que así se han hecho nulos tales derechos.
Las ganas por volver del PRI: El paraíso contradictorio de las declaraciones de fe democrática y de acción antidemocrática. Sí, el priismo vuelve en U.