¿A quién demonios le importa la suerte de los calientes por las candidaturas? Solo a ellos y a sus cercanos. Pero la lana hace que andemos todos preocupados por el presente y el porvenir. Sin demócratas, nomás puro advenedizo que quiere que lo pongan donde haya. Por eso es ridículo ese traca-traca que se traen los panistas con los priistas: que si unos gastan más, que si otros son corruptos, que si todos caros e impunes, que como nunca ha habido dinero público tirado a tontas y locas, que si las crisis las provocan unos y las soportan otros, que las deudas públicas son asfixiantes. Y los demás, los mexicanos de todos lados, nomás milando con el Jesús en la boca, sin ingreso ni prestaciones que cubran algo la terrible intemperie.
A pesar de la oscuridad oficial, ya nada se oculta, todo se registra: allí están los moditos de vivir de los gobernantes (del color que sean), son evidentes sus lujos y propiedades, insultan sus ostentaciones a un vasto gentío que los ve desde el desempleo, desde el sueldo miserable y desde el superconsumismo inasible e inaccesible. La violencia económica es la peor, es la que causa levantamientos. El famoso progreso improductivo mexicano acumula enconos. Como en todo el mundo, el poder del dinero es -dice Stéphane Hessel, el inspirador de los indignados europeos- “insolente, egoísta con todos, desde sus propios siervos hasta las más altas esferas del Estado”. Sometidos al dios dinero, hasta los ideologizados cristeros que querían el reino de su dios en la tierra han sucumbido.
Es dinero lo que reclaman los unos a los otros disfrazados en sus reclamos de leyes, participaciones e imposiciones fiscales. Pero todos son magnánimos con los dueños del dinero: la riqueza nacional es para ellos. ¿Para eso quieren el poder los granizos calientes? Puajh!
Es la economía, estúpidos
