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viernes, mayo 2, 2025

Espejo de obsidiana

La violencia nos ha sumergido hacia nuestra antigüedad haciéndola presente.

Nos miramos unos a otros y reflejamos lo que somos y dejamos de ser.

Somos observadores de nuestra realidad al tiempo que nos observan por todos lados.

Las desgarraduras que encontramos en las fosas son nuestro propio sacrificio.

A las profundidades infernales hemos descendido sin guía ni espíritu compasivo. Hemos acabado con el balam que pudiera cruzarnos entre la tierra y el averno.

Los antiguos gobernantes se desentienden de los actuales: A cada uno su noche.

Y en la negrura, la reflectante condición de pueblo abandonado a las garras de criaturas inmisericordes.

Los actuales mexicanos somos un pueblo solitario que no se reconoce en la humanidad.

La ira destaca sus garras; el encono nubla la mente; el odio enerva al cuerpo: Todos contra el de al lado, contra el de arriba y contra el de más abajo.

La magnificencia de estos reinos ancestrales se ha quedado en el folclor.

El turbulento tiempo señorea el pecado original verdadero: desamor al prójimo.

Los dioses son mera escenografía de ocasión y sus sacerdotes cebados en la contumacia.

¿Quién puede dirigirnos hacia la claridad? Los ciegos de ambición, no; los enriquecidos por explotación, menos; los profetas del abismo, abundan en su esterilidad.

Tomemos el humeante reflejo y aprendamos y emprendamos otro derrotero. De todos modos, aquí seguiremos.

Arturo Miranda Montero
Arturo Miranda Montero
Profesor y gestor asiduo de la política como celebración de la vida juntos.

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