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sábado, abril 20, 2024

Estamos intoxicados

Nomás es cosa de echarse a la calle para ver, escuchar o tener un incidente enojoso.

Los sociólogos urbanos idealizaron a la ciudad como una comunidad en donde sus habitantes colaborarían para resolver las cosas que son comunes. Pero el amontonamiento no trajo solidaridad ni generosidad; al contrario, enojo y pleito continuo.

Desde luego que los traficales generan los peores encontronazos. Quienes tienen coche quieren ser únicos y reinar por las calles, y, si alguien osa atravesarse, la furia se desata a niveles increíbles. Cosa de ver noticiarios y publicaciones dando cuenta de ello.

El vecindario se ha convertido en lugar de mírame y no me toques. Basura, ruido, servidumbres y agandalles mantienen una rivalidad creciente que no se salda ni con la violencia. Además, la inseguridad ha obligado a encerrarse en calles enrejadas, cámaras de vigilancia y múltiples advertencias amenazando a los delincuentes.

Ya no toquemos a los criminales expandidos por todos lados y con toda clase de jales. Es obvio que su presencia y actividades nos generan terror. Y son ellos los que se llevan los titulares de todos los medios de comunicación, haciéndose enorme su fama, incluidos sus horribles cánticos buchones.

Pues sí, no somos un pueblo bueno, somos vulgares, somos discriminadores, estamos a la defensiva ofendiendo al próximo, a ver de qué cuero salen más correas; estamos sometidos a la comida chatarra, a la adicción de drogas diseñadas para el dinero; con pastores que pecan de a madres y políticos que mienten como pastores.

Arturo Miranda Montero
Arturo Miranda Montero
Profesor y gestor asiduo de la política como celebración de la vida juntos.

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