Admitamos que algo no nos funciona.
Si se trata de vivir juntos, todo es pleito y reclamos; lo mismo si te dan viaje con tu quever o porque el perro ladró. Ya ni se diga con eso de los cuetes por las fiestas y las músicas a todo volumen.
Si en el día a día las cosas nos entripan, cuantimás con las que se reputan públicas. La política es sinónimo de grilla, los políticos son todos iguales y la mentira es más aceptable que la dura verdad porque nos dora la píldora.
Los mexicanos no somos un dechado demócrata. Tener que elegir nos cuesta uno y la mitad del otro; mejor lo más sencillo, lo que no nos arrime más problemas: ese que nos dice lo que siempre hemos creído. Elegir es difícil en la vida. Optar por algo implica saber qué sí y qué no, por qué una cosa vale para uno y cómo es que otra nos perjudica. No es sencillo. Elegir requiere una mínima información, un contraste con otras posibilidades: es un ejercicio que muchísimos no queremos hacer (o de plano ni sabemos), ocupados como estamos en sobrevivir con el menor esfuerzo.
Sin salud, sin educación, sin seguridad pública y con toda la impunidad, ¿a quién le preocupa elegir representantes de sus intereses, confiándoles su decisión?
La política es un juego que no todos jugamos. Los políticos arriesgan mucho por hacerse del poder: saben que tendrán satisfacciones jugando con nuestras insuficiencias. Pero nosotros, los que les elegimos para que tengan poder, ¿qué ganamos?
Y ese juego se despliega en 2023.