La verdadera crisis política mexicana es que los gobiernos se fugan.
En Guanajuato tenemos al gobernador emuinado porque tiene que dar la cara por los asuntos del territorio que quiso gobernar.
Ya no quiere (nunca quiso, en realidad) responder por todos los achaques guanajuatenses; ha preferido huir y echarle la culpa a quien sea: que si el gobierno federal, que si sus villanos favoritos los municipios, y hasta a los ciudadanos por no hacer lo que él piensa que debiéramos.
Primero andan de calientes peleando en su partido la candidatura; luego se hacen del cargo y se la creen que todo es un paseo por las nubes de la frivolidad, harta lana y el erotismo del poder. Pero nomás les truena un tema, comienzan a dar la espalda y le huyen a las responsabilidades que juraron cumplir.
Hasta teorizantes hay que dicen que el gobierno no debe asumir tareas que pueden y deben tener otros. Que si el gobierno obeso, que si los empresarios son más productivos, que si mejor la gerencia, que si misión, visión y valores: la puritita fuga estatal que deja los espacios para ser ocupados por las fuerzas que sí se interesan. Por eso Guanajuato ya es plaza peleada por los criminales. Y los funcionarios nos lo quieren “explicar” con ejecutados, descuartizados y sicarios por doquier.
Es harto sabido que los gobernantes se desgastan en el ejercicio del cargo; pero otra cosa está sucediendo entre los contemporáneos: nomás se les atora el pedo y fuga…
¿Quién es el guapo que sigue y que sí va a dar la cara de principio a fin en este territorio zangoloteado impunemente? Porque el que está ya se quiere ir.
