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sábado, abril 19, 2025

Guerra criminal

Nunca los mexicanos vimos tanta violencia como la actual.

Ni las rebeliones indígenas, ni los once años de independencia, ni siquiera la guerra civil decimonónica, acaso ni la revolución o la guerra cristera. El poder de fuego y la cantidad de ejércitos privados de ahora hacen la diferencia.

No hay territorio mexicano a salvo de esta violencia. Estamos en un verdadero estado de guerra. No se necesita una declaración formal: hay combates, ataques militarizados, bombardeos y hostilidades entre empresas con mucho dinero y poder. La vida social y la económica, nuestra cotidianidad, está más que afectada; sus leyes son las que rigen, porque las legisladas son un mal chiste que ni fiscalías o juzgados tienen para hacerlas valer. Es más, no hay ley de guerra alguna: todo se vale. Levas y desapariciones, decapitados, hombres, mujeres y niños, empresarios o pepenadores, jóvenes o viejos, mujeres al por mayor.

El sicariato es una profesión multiplicándose. Un jale para ellos es lo más básico; los batallones blindados, con vehículos atiborrados de paramilitares armados hasta los dientes circulando por doquier se ven y se activan en campos o ciudades. Los desplazados por esas presencias suman miles.

Que tengamos tales cantidades de muertes y desapariciones, con las madres buscando en oficinas, morgues o fosas ya ni tan clandestinas, es la fe pública de nuestra desgracia.

Y lo peor es que estamos solos, a nuestra suerte. Los gobiernos son inútiles ausencias. No nos sirven. Mientras, a todo volumen, nos tragamos a querer o no, la tonadita de Los Alegres del Barranco.

Arturo Miranda Montero
Arturo Miranda Montero
Profesor y gestor asiduo de la política como celebración de la vida juntos.

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