Apenas la semana pasada, los diputados del Congreso local aprobaron la creación de una secretaría del poder ejecutivo estatal encargada de la investigación y la tecnología ligada a la educación superior (Secretaría de Educación Superior de Innovación, Ciencia y Tecnología).
Viene de los años ochenta la intención por coordinar el conocimiento generado en la región con sus necesidades económicas, productivas y sociales. La Coordinación de Centros de Investigación del Estado de Guanajuato (CINIDEG) comenzó por reconocer la existencia y funcionamiento de variados organismos que hacían investigación de toda índole, de tal suerte que Guanajuato era considerado uno de los estados con mayor número de éstos.
La primera resultante de ese esfuerzo fue la creación del Consejo de Ciencia y Tecnología del Estado de Guanajuato (CONCYTEG) que, al cabo de veinte años, deja su lugar a la nueva institución. La valoración del esfuerzo del CONCYTEG puede realizarse con el cumplimiento de su objetivo de fomentar las capacidades de la entidad en su materia y con la formación de recursos útiles para tal función. Empero, su experiencia ha de cimentar el nuevo jalón que pretende, declarativamente, la novedad orgánica de la administración pública estatal.
A pocos escapa que la presencia japonesa en el rediseño industrial guanajuatense requiere de cuadros preparados para tal empresa; sin embargo, chato sería ese único esfuerzo si no se encara una verdadera política industrial que equipare las cadenas productivas de toda índole.
Menuda tarea para innovar en medio de la desigualdad de oportunidades y con brechas cognoscitivas a flor de piel que la educación no puede superar.