El gobernador instruyó la revisión al alza de impuestos, por eso los ayuntamientos están haciéndolo. Y los diputados obedecerán.
Se trata de ver cómo conseguir lo que el gobierno central ya les quitó y no está dispuesto a darles más. Irle a tocar las puertas palaciegas nomás sirvió para que los ninguneara en directo, con gas y sin consideración alguna.
Ya es clarísimo que la melcocha nacional está hecha bolas. Cada parte jala para su noria. Nadie refiere a la República como eso que constituye el orden que quisieron sus inventores. Uno sólo es gobierno del México que alucina, otros son gobernadores de cotos de poder y los municipios están a merced de gobiernos-botín. Y todos quieren dinero.
Pero, ¿de dónde sacar ese dinero? Principalmente de los tributos, los impuestos que, como su nombre dice, nos son puestos a güevo; el problema es que seis de cada diez viven en la informalidad, esa economía que no controlan los inútiles gobiernos; así que nomás cuatro damos para sostenerlos.
Dicen las leyes que tenemos la obligación de mocharnos con nuestras contribuciones, y lo hacemos. Pero los impuestos tienen que estar íntimamente ligados al gasto.
Hay dos cosas que todo mundo debe entender: que sólo puedes gastar lo que tienes de ingreso y que ese gasto debe rendir beneficios. Por tanto, cuando nos anuncian muy orondos que nos subirán los impuestos a los que sí pagamos, inmediatamente nos deben decir en qué piensan gastarlos.
Si nuestras ciudades están en la quinta chilla, fodongas e inseguras, ¿cómo se atreven a pedir más solo para salir del mal paso?
