¡Eureka! La izquierda partidaria mexicana por fin encontró que ser institución política puede sucederle a ella.
El Instituto Nacional Electoral (INE) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD) firmaron el 7 de julio de 2014 un convenio mediante el cual el INE participaría en la organización para elegir a los integrantes del Consejo Nacional, Consejos Estatales y Municipales y Congreso Nacional mediante voto directo y secreto de todos los afiliados de ese instituto político. Con ese convenio, maridaron un ejercicio que reditúa a toda la política mexicana algo positivo.
No es cosa menor que la concurrencia de variantes ideológicas, pragmáticas e interesadas revestidas de izquierdismo político puedan ver resuelta su coexistencia juntas, bajo reglas que les obliguen sin mayores respingos.
El ejercicio realizado este pasado domingo tiene una doble vertiente para el sistema de partidos en México: de un lado, el Partido de la Revolución Democrática se demuestra a sí mismo que puede organizarse para emprender tareas de alto calado; la otra, que el Instituto Nacional Electoral puede llevar un proceso electivo exitoso, precisamente junto al actor que más le impugnó a su antecedente, el IFE. Ambos salen con saldo a favor.
En adelante, el INE puede contar con algo más de confianza para enfrentar sus tareas constitucionales; y el PRD debe culminar su proceso instalando sus órganos dirigentes para enrumbarse a su destino.