Ya sé que a la inmensa mayoría le anda valiendo que los juzgadores estén protestando porque el chairismo se las tiene sentenciada.
Como regalo al caudillo, los sobrerrepresentados legisladores le entregarán la tómbola para que juegue a los que van a ser sus jueces.
Ya no será necesaria la carrera profesional, las lenias regirán como ministras del pueblo, aunque de constitucionalidad sepan lo que yo de cuántica.
El honor provendrá del designio popular; lo de menos será que tengan experiencia, capacidad y conocimiento. Ya se sabe que aquí no se necesita ciencia para nada, con lealtad basta.
Cuando nos llegue el momento de la boleta para elegir a nuestros juzgadores, poco importará si nos sacarán de un apuro judicial. Tendremos muchos abogados que no sacan un tamal del bote o a un perro de la milpa. Pero eso sí, bien populares.
Y a todo esto, ¿para qué sirven los tribunales? Bueno, para detener a los que se pasan contra nosotros de una y mil maneras. Sí, se entiende que no quisiéramos ver a ningún juez dictándonos sentencia en contra nuestra, cuando las dictan; pero los conflictos entre nosotros son diarios y crecientes.
Como lo quiere el Señor, en adelante serán las influencias políticas las que nos sirvan o no: si usted tiene vara alta con el morenismo, puede que le sirva para atender sus asuntos con el juez partidario, pero si no, pues a sufrirle.
Juntar el poder en un solo signo no sirve para una sociedad tan complicada como la nuestra. Presidenta, congreso y jueces todos de color guinda, pinta mal.
