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sábado, noviembre 9, 2024

La mentira organizada

Mentir es propio de la humanidad.

Mentimos por sobrevivencia o por conveniencia; lo mismo lanzamos mentirijillas pícaramente que armamos una montirota para salir del paso.

Le mentimos a nuestros mayores para no hacerlos repelar; nos mienten ellos para hacernos creer fantasías; le mentimos al maestro por no cumplir alguna tarea o por faltar; nos mienten los maestros con dizque enseñarnos lo que ignoran; le mentimos al vecino para no enquistar un pleito; y así, construimos cotidianamente «expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa.» Pero si la práctica mentirosa se nos da en nuestras relaciones sociales, las consecuencias las asumiremos según el tamaño del engaño.

Otra dimensión es la de la esfera pública. Allí mentir es falta punible. Los políticos –que son también personas como nosotros- tienen fama añeja de ser mentirosos; ser político profesional casi es sinónimo de mentiroso. Y con sobrada razón.

Cada uno de nosotros puede hacer un repaso de cuantas mentiras políticas ha escuchado a lo largo de su vida, lo mismo en el terruño más cotidiano que en las ligas mayores del país. Una tras otra, las campañas electorales se llenan de mentiras perfectamente diseñadas para envolver simpatizantes; se mueven los sentimientos para evitar que se razone y se critique: no se necesitan criticones, sino seguidores.

Capeados en las manifestaciones, se hace creer lo que el político quiere que se crea. Para eso, se utilizan todas las herramientas propagandísticas, cuesten lo que cuesten. Lo importante es que caigan los votos para beneficio del que paga por ellos. Y todo esto viene a cuento porque ya arrancaron las campañas con sus expresiones falsarias.

Arturo Miranda Montero
Arturo Miranda Montero
Profesor y gestor asiduo de la política como celebración de la vida juntos.

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