El linchamiento se nos ha disparado a cifras inauditas. La violencia está desatada. Hasta el Papa dice que el diablo tiene bronca con México.
¿Qué nos pasa? Por cualquier cosa, los hechos violentos se nos presentan agresivamente cotidianos.
Los incidentes de tráfico vehicular matan. Los enfrentamientos vecinales son cada vez más frecuentes.
La violación de niños tiene en las casas familiares el peor escenario. Los religiosos pecan sin arrepentimientos. El feminicidio y el machismo son gemelos creciendo. La homofobia se ocupa delincuencialmente del sexo ajeno.
La pobreza muerde sin misericordia más que nunca. El capitalismo obliga a tener cosas y a endeudarse sin fin por ellas. El trabajo se mueve entre la explotación y el desempleo.
Los suicidios juveniles se incrementan. Los desaparecidos no aparecen. Fosas llenas de cadáveres anónimos se encuentra por doquier.
Los derechos humanos se cuestionan, se insulta y dispara a sus promotores. Periodistas se acosan, se censuran, se acallan y se asesinan. Se endiosa a los capos y sicarios. Policías, soldados y marinos tienen que vérselas con agresivos habitantes casi a diario.
Otra vez, ¿qué nos pasa? Pues que tenemos el “sentimiento de vivir en un Estado fallido, en donde el uso legítimo de la fuerza reconocida al Estado da paso a la violencia privada”. Es la violencia impune que nos corroe. Es la inacción de inútiles gobiernos.
