Alucinada por los logros y las comodidades que los ricotototes obtienen, la mayoría variopinta quiere ver cumplidas sus expectativas; por eso triunfó Trump, el magnate, y por eso Slim, más magnate, atrajo todas las atenciones con su conferencia de futurólogo sereno. Las respuestas de los ricos a las preguntas de la realidad tienen que ver, por supuesto, con su realidad de ahítos. Las realidades de los demás, pues son otras.
Slim puede desayunar con Trump cualquier mañana allá o acá o acullá (que para eso tienen naves propias); ellos pueden ver cómo separar política y dinero, en el entendido de que el dinero es el verdadero poder. Por eso se entienden y nos piden no enojarnos, que negociemos para que nos vaya bien trabajando más y mejor para ganar eso, precisamente eso, dinero. Restregarnos la pedacería que hemos creado con este país llamado México y llamarnos a la unidad para salir adelante, solo puede hacerlo quien nos tiene apergollados en los recibos telefónicos.
El problema de la idea de “unidad” es que nada dice hoy; esa palabra ha sido utilizada en la política y en la academia para significar algún momento histórico, motivado por la necesidad de identificar la coyuntura: unidad con Cárdenas por la expropiación petrolera, unidad nacional ante la guerra segunda, unidad en el partido único… pero ¿unidad hoy? ¿porque Trump existe? ¿en torno a un presidente como Peña que recibe cualquier andanada de insultos? ¿con los partidos políticos? ¿ante un salvador tropical que dice ser el que las puede ante la mafia del poder? Bah…
Hoy la unidad la da el dinero que uno tenga o no: esa es la lección antigasolinazo y la que quiere darnos Slim. Y pues no, en México así no se puede…