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viernes, abril 19, 2024

Lo sabíamos

Protegido por el presidente de la República,

toda su vida partidaria fue una simulación.

Pepe Argueta.

 

Pocos de los que han iniciado conspiraciones

han disfrutado del provecho de estas.

Jorge Ibargüengoitia.

 

Quienes nacimos a la política en el medio siglo veinte sabíamos del pesado autoritarismo priista. El movimiento de 1968 fue contra el delito de disolución social. Las reformas electorales fueron para arrancarle al gobierno la democracia y con ella las alternancias. Pero no fue suficiente.

Sí, se lograron libertades y derechos. Sí, se les quitó el control absoluto de los procesos electorales. Sí, partidos distintos ocuparon los cargos oficiales. Pero ese disfrute se hizo dentro del sistema construido por el viejo autoritarismo simulador.

Los alternantes comenzaron a operar igual que los desplazados; los desplazados se pasaban sin miramientos a otros partido: el chapulineo llevó personas y mañas a las nuevas opciones. Se reprodujo así al viejo sistema autoritario, clientelar y simulador.

La peor de nuestras desgracias consistió en que esos partidos no nos educaron políticamente. Ya bien entrado este siglo, ni la democracia, ni los partidos gozaban de simpatías entre la mayoría poblacional y electora. El provecho de las reformas democráticas se concentró en una partidocracia que se desarraigó de la República, centralizándose en las grandes ligas decisionales.

Por tanto, el hartazgo llevó a darle, otra vez, nueva oportunidad al autoritarismo presidencialista: dejar todo en las manos del que todo lo sabe y todo lo puede. Es nuestra vieja política de los pocos.

Arturo Miranda Montero
Arturo Miranda Montero
Profesor y gestor asiduo de la política como celebración de la vida juntos.

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