Si no estuviera la acción delincuencial de moda, esa de meterse en todas las comunicaciones, lo sucedido entre el consejero presidente del INE, el secretario del mismo y un ejidatario que se ostenta “secretario estatal del gobierno nacional indígena” no pasaría de ser una escena de la picaresca nacional.
Pero la simiente indigenista brotó encabronadísima reclamando quinientos años de racismo.
Todo el que desde los años noventa descubrió que hay entre nosotros indígenas, aquellos que aprovecharon para reclamarse pueblos originarios, los que se empluman a las primeras y danzan, elaboran pócimas y venden artesanías posmo exigen la renuncia del de los ojos verdes. Ni mandado hacer el incidente para los que abominan de la política y del sistema electoral.
Y como nuestro idioma ha comido de todo, ahora hablamos a pedradas. Malhablado Córdova y malhablados nosotros, no soportamos que se les diga nada a los auto asumidos pipa y hueso de la nacionalidad.
Los más decididos purificadores del alma mexicana no quieren escuchar palabrejas que son de uso extendido; se nota así el tremendo conservadurismo paternalista que nos ha configurado a ciencia y paciencia de nuestra ignorancia. Lo indígena es puro y sagrado, no importa que sean hombres y mujeres con todos los defectos y virtudes humanas, las de todos los que vivimos en otras partes que no sean el apartado a donde deben estar ellos impolutos. Indigenismo de caricatura e indignaciones gratuitas en la era del espectáculo en red. Dejémonos de charadas. Lo que deveras debe ocuparnos es la criminalidad actuante impunemente.