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sábado, abril 27, 2024

Los derechos humanos

A los mexicanos no se nos da eso de irnos derechitos por la vida en común, preferimos sacarle la vuelta chuecamente.

Cuando se inventó México, desde luego que hubo leyes que constituyeron los rasgos de la entidad nacional, desde los “Sentimientos de la nación” hasta el documento dieciocho denominado Constitución de 1917, en vigencia con todo y sus innúmeras alteraciones realizadas hasta acá.

Pues en todas esa normativas puede rastrearse al individuo que “gozará de las garantías” establecidas por ley: “a todos los hombres, sin distinción y por el simple hecho de serlo” y que pueden oponer al Estado. Así pues, los hombres mexicanos y los que anden en el suelo nacional deben gozar y hacer valer sus derechos ante las instituciones oficiales, para lo cual deben, desde luego, conocerlos. He allí el problema: reconocer los derechos es reconocer la ley.

La historia autoritaria que nos tiene marcados desde el origen prefiere la mano dura y el orden rígido y, por tanto, se deja en quienes ostentan autoridad vertical las cosas para que las resuelva: la iglesia, el gobierno, el ejército, los que dictan y hacen cumplir voluntades a discreción. Esas élites se encargan de lo que los demás desdeñamos. Somos paternalistas, ni modo.

Se nos educa en esa cultura, se nos dan nalgadas para no desviarnos y no se nos avanzan derechos sino obligaciones.

Hacer valer las garantías constitucionales no es precisamente lo nuestro. Cuando han habido reclamos y exigencias, la autoridad autoritaria echa mano de la represión y la exclusión; por eso el priismo es tan disciplinado: ha gozado del poder construyendo el orden necesario, donde el hombre es visto como cliente para venderse al líder que gestiona las cosas ante papá gobierno.

A esa historia se le añadió una nueva modalidad de derechos: la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que vino de fuera, de la Organización de las Naciones Unidas en 1948. Creció entonces el catálogo de derechos del hombre para hacerlos valer en democracia y sin guerra; surgieron las modificaciones legales de rigor y se adaptaron las leyes escritas, por supuesto.

Pero los obstáculos siguen siendo los mismos: desdén por el derecho y autoritarismo convenenciero. Por eso tenemos organismos a modo de los gobernantes en turno.

Arturo Miranda Montero
Arturo Miranda Montero
Profesor y gestor asiduo de la política como celebración de la vida juntos.

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