Ya medio mundo dice que las instituciones están en crisis. Pero, ¿qué demonios son las instituciones?
Sin alegatos de academia ociosos, las organizaciones que se construyen para cumplir determinadas tareas se denominan así, instituciones. Las hay de todo tipo, las religiosas, las sociales y, desde luego, las políticas. Todas a una tienen sus asegunes, pero habremos de entretenernos con las que nos son comunes: las políticas, las de todos, las que deben atender las cosas de la esfera de todos. Para empezar, las instituciones mexicanas provienen del siglo pasado y fueron organizadas por el Partido Revolucionario Institucional (en el nombre reclama la cruz de su parroquia). Y como sabemos, la pirámide priista tienen en el señor presidente al mero jefe de todas las instituciones, todas se le rinden y cuadran.
Cuando llegó este siglo y el Partido Acción Nacional pudo hacerse de la institución presidencial, en realidad solo pudo administrar esa pirámide por doce años, incapaz de modificarle algo significativo. Así pudo volver el dueño del diseño disfrazado de nuevo PRI. Hace tiempo ya que otros partidos políticos han podido gobernar muchas de las 32 entidades en que estamos organizados como país; sin embargo, el esquema institucional no ha sido cambiado: todas las instituciones estatales se someten al poder ejecutivo, como bien se demuestra en Guanajuato. Ora bien, esas organizaciones no son abstracciones; en cada tiempo y lugar tienen a personas concretas, de carne, hueso y un pedazo de pescuezo: pónganle los nombres y apellidos de quienes recuerden en cada una de ellas y verán que hay responsables de la crisis. Y han sido electos por voto unos y designados más por los ganadores de las tandas.
Por eso es que ya no se trata de cambiar el régimen de un modito por otro, sino de acabar con ese sistema “revolucionario institucional” que nos asfixia sin controles.