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miércoles, abril 30, 2025

Los imperdonables

Lo dijo el jefe del Estado: sería imperdonable que sucediera lo que exactamente sucedió. Y él asumía para sí, jefe de las instituciones, que no habría modo de eximirle de la obligación que tiene.

Si algún bien es escaso y se pelea por él con todos los medios, ese es el poder. El triunfo sobre los aspirantes y su ejercicio adquieren la fisonomía y el encarne del que lo ostenta. Es el único responsable de lo que haga con ese poder. Así lo dejó en claro Gustavo Díaz Ordaz ante el 68. Y, entonces, a todos nos queda claro cada personero que se encarga del poder máximo mexicano.

Lo acaecido vergonzosamente pone ante el espejo al que sentenció que eso sería imperdonable. Es con él y sobre él que las cosas se vuelven inaceptables. La tuerca no da más para darle vueltas a la infamia acumulada.

Pero héte ahí que, como en el túnel, siempre hay salidas. La que estamos viendo es esa invención tan católica: la indulgencia. Con facilidad inaudita disimulan la culpa y se conceden gracias: No renuncia nadie en la crisis, ni siquiera para resolverla. Es más, ya se remiten los empleados a penas temporales y se anuncian mediaciones nacionales e internacionales para repartir tal culpa.

Inexcusable es que en todo el lapso gubernamental no haya sido desmontada la empresa económica que sustenta la crisis institucional. Esa sí es manera de mandar al diablo a las instituciones y no la retórica envejecida del carismático que pulula por el territorio. Vemos que se encaminan a un simple viernes de indulgencias para limpiar el pecado mortal y ganar espacio en el paraíso fingido del hablar en lugar de hacer lo que se debe hacer.

Arturo Miranda Montero
Arturo Miranda Montero
Profesor y gestor asiduo de la política como celebración de la vida juntos.

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