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viernes, mayo 2, 2025

Los prohibicionistas

De que provenimos de una raíz autoritaria, eso no lo niega nadie. Pero abrumar al México del siglo veintiuno con los límites de los límites, no tiene madre.

Como no se quiere ver que el prohibicionismo es constreñir la libertad del individuo, nos espetan un cuidado de nosotros mismos por las “acciones perjudiciales para la sociedad”. Así se han prohibido, históricamente, los comportamientos sexuales, los quebrantos síquicos, la subversión, el desorden, la huelga, el comercio, el alcohol, las drogas, las carnes, los deseos, las pulsiones y hasta las pasiones.

Toda prohibición es pues, autoritaria, fundada en el famoso “principio de autoridad” del régimen o partido político que ejerce el poder sin ponerse límites a sí mismos, sino vedándole e impidiéndole al otro las cosas.

Esa vena católica del pecado nos persigue: se pretende castigar la transgresión de lo que ellos consideran perjudicial; se nos reclama ser rectos y justos a su imagen y semejanza; nos encuentran defectuosos y con apetencias desordenadas. Somos malos por ejercer la libertad y, por tanto, hay que restringirla.

El día a día ofrece multitud de pretextos para encausar esa veda. Que si hay animales en circos, que ni se paren por aquí; que si hay mujeres encueradas en giros negros, inventemos trata condenable; que si, además, son abortivas, castiguémoslas; que si hay cantinas y embriagaderos, cerrémoslos; que si hay mariguanos, encerrémoslos; que si hay corridas de toros, acabémoslas; que si hay sexo, santigüémonos.

El santo oficiante de las privanzas no se tienta las sienes para ser considerado, esgrime, puerilmente, su posición de poder y se regodea en el cobijo de su feligresía sectaria que no quiere ni da razones. Son los cruzados contra la libertad secular.

Arturo Miranda Montero
Arturo Miranda Montero
Profesor y gestor asiduo de la política como celebración de la vida juntos.

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