Acostumbrados a que no haya orden ni ley, cada quien hace lo que quiere en la ciudad.
Los gobernantes no cumplen con hacer de la ley su guía de acción; usan, sí, la negociación para todo caso. La ley no se negocia, lo que se negocia son los negocios porque la norma puede obviarse.
En la ciudad de Guanajuato, enlistada como patrimonio de la humanidad por su genuina originalidad, se carece de empresarios que la entiendan y que la enrumben a la prosperidad. Hay dueños de negocios que viven de sus inercias y nada más.
Sin gobiernos con miras estratégicas ni empresarios con responsabilidad social, la ciudad anda al garete.
Nunca nadie se ha puesto a diseñar una industria de suyo compleja como el turismo. El ai’se va ocurrencial es el día a día: que si un festival medieval nomás porque sí, que si otro festival de estudiantinas para acrecentar tunantes, que si mesas y sillas en plazas y banquetas o encima del teatro Juárez, que si ruido embrutecedor hasta el día después en cualquier malantro… Nada de respeto por la convivencialidad de visitantes y habitantes. Puro pa’cá…
Como no hay autoridades reguladoras que operen de cierto, ¿quién garantiza la higiene de las cocinas? ¿dónde se capacitan los empleados? ¿alguna organización sindical ve por los derechos de cocineros, meseros, intendentes y demás empleados que sobreviven de las propinas? ¿la seguridad social está al día en sus obligaciones empleador-empleado? ¿cómo se privatiza el espacio público?
Urge gobierno que cumpla y haga cumplir la ley. Nos sobran mercachifles de la política y del turismo y nos faltan gestores profesionales de la ciudad patrimonial.
Si viéramos a la ciudad desde sus diferentes perspectivas -artística, histórica, pública y privada- estaríamos forjando gestores cualificados, capaces de dirigir, organizar y administrar los recursos culturales y naturales, aunando el respeto, realce y conservación de sus características de identidad y, al mismo tiempo, dotándolos de las condiciones económicas de desarrollo y rentabilidad suficientes para garantizar su continuidad a lo largo del tiempo. Pero unas changas mesas y sillas nos entretienen miserablemente…