Cada vez que hay asesinatos, las autoridades se limitan a la única cantaleta que se saben: se matan entre ellos.
Esos ellos son los malos, los que no tienen redención ni nadie comunica los móviles de sus crímenes.
La pura inercia oficial es limitada, nomás dicen que se enfrentaron y que se abren las investigaciones, y jamás sucede nada más.
En la cómoda postura moral, lo que les sale de su boca es que “andaban en malos pasos”, sobre todo si son féminas.
¡Pérdida de valores! Exclaman los voceros gubernamentales. Quieren que todos nos portemos bien a su imagen y semejanza, sin críticas ni protestas ni averiguaciones.
Lo cierto es que no atinan a nada más que a la ignorancia y al crecimiento inercial de recursos: más dinero, más leyes, más delitos penales, más policías, más militares, más de todo menos inteligencia.
Su cruzada ya aceda por impulsar valores nació estéril. Se dicen y ostentan religiosos y pecan a diestra y siniestra por comisión mortal y omisión venial.
Más de tres décadas de pangobierno en Guanajuato han devenido en los peores índices de criminalidad. Sus pretextos son como siempre, excusas, mal de todos y consuelo de nadie.
La pregunta obvia es ¿nadie oye ni sigue los pasos de los malos? Como si de generación espontánea se tratara, los delincuentes brotan así nomás y ninguna autoridad cae en cuenta. Claro, han estado viendo hacia otros lados, hacia donde los valores esos sí contantes y sonantes les hipnotizan.
