La bipolaridad mexicana está desatada. Los que quieren estar en el poder necesitan harta publicidad, hacerse famosos súbitamente e identificados como salvadores de patria y matria por igual. Pero para alcanzar el clímax necesitan harta lana, dinero para gastar en esos afanes. ¿Y de dónde sale? ¡Eureka!, pos del erario…
La otra cara del tema es que nos deben las cuentas, hacer transparentes los gastos en que incurren como sujetos obligados: “cualquier autoridad, entidad, órgano y organismo de los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, órganos autónomos, partidos políticos, fideicomisos y fondos públicos, así como de cualquier persona física, moral o sindicato que reciba y ejerza recursos públicos o realice actos de autoridad”, rezan las leyes de transparencia federal y estatal.
Bueno, pues todos esos que utilizan recursos públicos o realizan actos de autoridad ya se andan metiendo de plano a los procesos electorales. Y resulta evidente que sus sonrisas espectaculares, sus actos con acarreos, las encuestas cuchareadas, las giras promocionales, los “informes” y cuanta cosa se les ocurre para promocionarse, cuestan y mucho, y no sale de sus bolsillos personales; si fuera el caso de que sus partidos u organizaciones les apoyan, pues también deben rendir la cuenta de esos gastos.
Así el agua para los camotes, le tantean al principio de máxima publicidad favorable a sus afanes; pero también ese principio regula la obligación de todos esos sujetos de hacer públicos al máximo lo que hacen con lo que es de todos. ¿A poco nomás gastan el dinero público y no quieren rendirnos cuentas? Me temo que sí: la ley la hacen para violarla en su provecho.
