Frente a la política y a los políticos, todos tenemos ofensas que nos motivan a reaccionar de una u otra manera.
Si de inseguridad se trata, basta ver el clima que hiela con la criminalidad atroz y la insensibilidad oficial frente a ella.
Si de la economía hablamos, las medidas que se han decidido en quién sabe dónde y por funcionarios ajenos hacen derrapar los ingresos que tanto cuesta ganar.
Si del amancebamiento entre la impunidad y la corrupción hablamos, eso es recurrente y signo de distinción perenne.
Si de los usos bastardos del poder se trata, los enojos se revuelcan con las envidias ante las nóminas oficiales repletas de parentelas y quereres.
Si del ninguneo del funcionariado hacia los ciudadanos se trata, el encono se acrecienta, hierve en las entrañas.
Si la ausencia cada vez más notoria de los gobiernos en mayores espacios físicos, legales y políticos verificamos, comprobamos en tiempo real que esos sitios son ocupados inmediatamente por otros intereses más cabrones.
Y en fin, que si de elegir a los que juegan a las elecciones democráticas se trata, el escarnio, el prejuicio y el pensamiento motivado por los perjuicios recibidos hacen que todo el procesos electoral quede manchado de cualquier mugre.
Nuestros resentimientos pueden agravar lo único que no debiera seguir deteriorándose, la convivencia. Nos guste o no, aquí nos tocó vivir y tenemos que hacernos cargo de eso.
Twitter: @arturomirandamo
