Lo dijo el presidente: resultaría imperdonable que se fugara y se fugó. Luego, la búsqueda y el apañe, otra vez. “Misión cumplida, lo tenemos”. Hasta allí.
Pero el negocio se amplió a ojos vistas. No necesitábamos la flatulencia declarativa para saberlo: Si yo no existo, el tráfico sí.
México, presumen oficiosos los funcionarios públicos y empresariales, es propicio para los negocios. Y sí, el crimen organizado da cuenta de eso.
Estímulos hay muchos: ausencia de gobierno en vastas regiones, nula legalidad, moches al máximo, ojos cerrados ante pases y trafiques, seguridad pública sobajada y, sobre todo, permisividad social.
El pulso gubernamental jugado contra el criminal es perdido de todas, todas. Si se limitan a darnos número de tanto por cuantos, la risa se va de vacaciones.
El negocio prospera y se multiplica. Si al comienzo del siglo el narcotráfico estaba concentrado en la parte norte del país, pronto se ha extendido como metástasis sin cura. Ya no hay plaza que no se acose: narcomenudeo, extorsión, plagio, robo y toda la sarta de medidas que conlleva la no presencia gubernamental. Está, por ejemplo, la región Guanajuato-Michoacán-Jalisco bautizada como el triángulo de las Bermudas: de todo allí desaparece…
No, no hay ninguna misión cumplida, porque la gran misión del poder es evitar que se le empaten poderes ilegítimos e ilegales.
Si el poder público no hace lo necesario para contener y terminar con el poder criminal, quedaremos sometidos al negocio empresarial más boyante que jamás imaginó nadie. El producto interno bruto así generado ya supera ampliamente al formal y eso no se puede ocultar. Así que…