Una política oficialista gritó en tribuna que la culpa de la violencia contra las mujeres era de la sociedad, que no se le achacara a su presidenta. Dictaminado ese punto, queda claro que los políticos no se hacen cargo de los problemas de la sociedad, se zafan.
Efectivamente, es en la sociedad en donde se suceden todas las calamidades que ella misma debe sufrir y resolver. La sociedad está sola, sus gobiernos están en otra cosa, en la frivolidad, en la irresponsabilidad. No pueden ni quieren entender lo que a la sociedad le sucede, aunque discurran una y otra vez palabrería que no dice nada, cantinfleándonos nada más.
La sociedad femenina tiene diversas manifestaciones. Marchan las feministas cada 8 de marzo con su agenda a veces muy radical: aparte, otras mujeres no les comparten, e incluso las combaten. Son manifestaciones de la diversidad. Mujeres hay que no las veremos jamás marchando, aunque todas ellas sufran la violencia vicaría o la más agresiva, la que les quita incluso la vida. De por sí su manera de vivir, de sobrevivir, con las miserias que obtienen por su trabajo formal o informal que apenas si sirve para el día a día; ellas no tienen tiempo para acudir a marchas, reuniones, manifestaciones en contra de su situación. Es más, no hay activistas que las busquen para organizarlas, para reflexionar acerca de las condiciones en las que se vive y para encontrar vías de organización, de participación, de sacrificio. Los partidos políticos no sirven para esos efectos, ellos sólo piensan en elecciones, pero no son capaces de encabezar luchas de mujeres que sufren, más allá de los periodos electorales, a sabiendas de que ellas son la mayoría empadronada. Los sindicatos y demás tampoco andan activos en esos asuntos.
Vemos a muchas mujeres, cada día más, denominadas buscadoras de sus seres queridos desaparecidos, arañando la tierra para encontrar indicios de los suyos; ellas van solas, sus compañías son ellas mismas, a sus búsquedas no acuden las feministas radicales porque andan muy ocupadas en preparar la siguiente quema de todo.
Sí, la sociedad es culpable de todas sus dolencias, entre ellas la de no saber elegir representantes para que le sirvan en la solución de sus problemas. Los esfuerzos organizativos se hacen aislados entre sí, no observamos coordinación entre las distintas causas que impulsen la solidaridad actuante, no la discursiva. Esto significa que la energía de cada esfuerzo se limita. Una organización ensimismada puede agotarse en sus afanes, eso se puede observar con la disminución de los contingentes en ciertos lugares, como Guanajuato capital, allí fueron muchas menos que las participantes del año pasado.