Lo que son las cosas, el ayuntamiento nacional casi cumple 500 años y todavía no le encontramos como pa’qué sirve.
Claro, como el centralismo presidencialista todo lo ha asfixiado, los gobiernos colectivos de los municipios no florecieron nunca como debieron. Tanto así que las elecciones municipales deben hacerse por planillas integradas por un presidente, síndicos y regidores; cuando uno elige, decide a qué planilla le damos la responsabilidad de formar ayuntamiento, es decir, gobierno. Pero esa es la teoría constitucional. La neta es que el presidentito se agandalla todo y los demás quedan para aprobarle lo que él diga (con su debida retribución, según sea el caso).
Todos los partidos andan en las últimas arreglando posiciones para jugarlas en la elección; y sin excepción, todos a una fijan sus esfuerzos en la cabeza presidencial, que las sindicaturas y regidurías se pelean de otros modos. Así vemos que fulano de tal va por el partido A, que mengana ya se salió del partido azul para meterse al rojo, que los morenos aprietan todo lo que se mueva con tal de postular, que… Es a los partidos políticos a quienes toca la responsabilidad de integrar y lograr gobiernos, pero con los impresentables que se mueven en sus tripas los perdedores somos los habitantes de los municipios. Se ocupan en colocarse a empujones y salivazos, pero ninguno nos dice por qué quieren gobernarnos.
En las aturas políticas, los presidenciables juegan sus juegos inasibles; acá abajo, donde la inseguridad, la mugre y el amontonamiento chirrían no vemos más que a gandules que buscan hacerse del erario, los moches y las prebendas a todo asalto chapulinesco, sin importarles siquiera qué es un ayuntamiento.