Sostiene el secretario Cabeza que Guanajuato atrae delincuencia. De Michoacán, de Jalisco, todos los que nos rodean quieren enchiquerarnos con su delincuencial modito de operar.
Escudado en su doble escudo (el virtual, carísimo y el tácito, impuesto oficialmente), quiere que entendamos que en esta tierra de dios no somos delincuenciales, que nuestra naturaleza está a salvo, que somos impolutos y que nuestros “valores” exorcizan todo mal. Por eso él pudo ser autor de aquella leonesa afirmación (cuando ocupaba, claro está, el cargo de seguridad allí) que entre nosotros viven capos pero que no operan.
Entonces, ¿qué atrae a los malosos hacia acá? Quizá una diabólica conjura. Como aquí tenemos al cristo rey de la montaña es probable que el chamuco quiera castigarnos, como lo sentenció Francisco para México por aparecérsenos Guadalupe. Quizá la riqueza extranjera que llega a explotar nuestro territorio sea el imán. Quizá como somos tierra de turistas se piense que dinero hay. En fin, nuestra virginidad comarcal está en peligro y Cabeza quiere salvaguardarnos.
Pero no hay milagro. Diosito no nos protege de un crimen diario y de todos sabores, incluida la ejecución de un alcalde. Como la política oficial es que aquí no pasa nada y cuando pasa es caso aislado, ningún funcionario reconoce que ocupamos rangos destacables en desapariciones, feminicidos, asaltos, carreterazos, extorsiones, secuestros y cuanto aislado delito configura un mapa criminógeno inadmisible.
La rodela que insisten en poner para blindar a esta sagrada tierra es como la pared de Trump, puras habladas.