El sistema de relaciones dañado y pervertido de origen proviene de antes de la invención de lo que conocemos como México. Se hace la ley pero no se cumple, se negocia.
Por esa razón es que este país -y en general todo el continente latinoamericano- tiene a la corrupción como signo. Y de eso se agarran los cinicazos para justificarse: es cultural, sostienen.
Pero la cultura, se sabe, transmuta, se modifica por interacciones mil. La ley, como ficción humana para darse reglas de convivencia, cambia en épocas. Un día fuimos colonia española; otra, imperios advenedizos; luego, república de todo tipo, incluidos sus regímenes políticos variados.
El constitucionalismo de principios del siglo veinte definió que el soberano mexicano era el pueblo, y que tiene en todo momento el derecho de alterar o modificar su sistema de gobierno.
El autoritarismo se agandalló la representación popular e hizo lo que le vino en gana, incluidos los negocios con el tráfico de influencias que el poder atrae. Se prolongó y profundizó la corrupción como sinónimo del priismo. El problema de esa metástasis es que abarcó a la alternancia y a los partidos del nuevo sistema plural.
Gobernar en la colonia era comprar el cargo para hacerse de riquezas; gobernar en el siglo de la democracia resulta, también, buen negocio para lo mismo. Casi no hay político que no piense en sacar provecho rápido y eficaz de su encargo. Y en la generalización se nos van los garbanzos de a libra, que los hay.
La desconfianza en que desde el sistema corrompido emerja un modo anticorrupción no es gratuito. Mientras no existan instituciones con personas éticamente probadas que hagan cumplir las leyes, todo se revolverá en las burocracias costosas e ineficientes que se acrecientan sin parar.
Personas como el apenas fallecido priista de a libra Francisco Ordaz las hay, pero los cargos a los que debieran arribar quedan sometidos a los pulsos políticos de los que deben ser fiscalizados y así, ni cómo.
Si ahora el soberano no hacer valer la ley, otra vuelta de tuerca a esa cultura pervertida…