Humberto Andrade es un político translúcido: fue colocado para dirigir al partido y contundente proclama su tarea: “Yo lo que visualizo es un PAN en Guanajuato exigiendo su lugar, pidiendo ser considerado en términos de la importancia del partido de forma nacional y lo que significa en funciones de políticas públicas. Yo estaré buscando a quien resulte ganador (Anaya, al caso) y estar pidiendo algunas cosas que nos preocupan como PAN Guanajuato, son cuestiones que tienen que ver con la vida interna del partido y que tendrán mucha influencia en los próximos meses y semanas”.
Así ha sido y seguirá siendo el panismo que controla Guanajuato desde que los veneros del poder se los escrituró el diablo salinista.
Su ecuación es sencilla: aquí no se mete nadie a decidir cómo controlar el poder, porque de eso nos encargamos nosotros y, en todo caso, las negociaciones que se requieran no tocan lo mero principal, la gubernatura. Así lo entienden y aceptan en la dirección nacional panista y, también, en el gobierno federal.
Esa fórmula ha facilitado la lista integrada de antemano para ocupar la candidatura y el cargo de gobernador. Por tanto, los que se alocan y quieren irse por la libre, topan y toparán con muro. Véanse a los policontundidos que se han quedado en el camino; y adviértasele al que se salga de la foto premeditada que simplemente no figurará.
De la vida interna del partido se encargan de lejos y a fondo sus controladores; de las “funciones de políticas públicas”, por supuesto que también. Por tanto nada escapará del sentido así trazado. Todo aquel que esté bajo la égida presupuestal tiene que consentirlo, sean partes de la administración estatal, el Congreso, municipios gobernados por quien sea, cuantimás por ellos mismos, y, por supuesto, hasta los organismos formalmente autónomos pero sujetos obligados de las responsabilidades del erario, la universidad pública incluida.
Así que sorpresas electorales no hay en esta tierra; hay pura certeza: PAN con lo mismo para rato.
PAN en Guanajuato
