La Política, que de suyo debiera unirnos para encontrar respuestas a los grandes problemas que tenemos y que son comunes, la desoímos y temerariamente nos lanzamos a la facción, a un bando que no quiere confrontar ideas sino descalificaciones. Así no se puede.
No podemos dirimir qué demonios vamos a hacer con los generadores de violencia, esos que nos tienen temerosos por nomás vivir aquí.
Tampoco sabemos que hacer con la sequía, calor prolongado que seca presas, ríos, estanques, manantiales e ideas para sobrevivir. Somos agua y no la tenemos.
Pareciera que necesitamos a un mandón que ponga orden entre nosotros. Ignorantes, repetimos la historia que nos distingue: fracaso tras fracaso de los hombres fuertes que derivan en conflictos armados. Como ahora, que tenemos ejércitos privados por doquier que hacen y deshacen en los territorios que conquistan mientras el fuerte se ausenta ostensiblemente. Los mexicanos, y los guanajuatenses señaladamente, tenemos una falla evidente: nos falla el Estado, está diluido, sometido a banderías que privatizan la cosa pública.
Es recurrente la ceremonia restringida a los propios. El presidente hace sus actos sin los representantes de los poderes, solo acuden los suyos, los de sus banderías guindas. Los panistas de acá, hacen sus fiestas y saraos nomás para sí mismos, se regodean y toman miles de selfies que los muestran felices y orondos.
Y como ya estamos en campañas electorales, los partidarios se organizan en bandos ajenos a todos los demás. Suponen que nos seducirán abriendo sus sonrisas otra vez.