En todos los documentos básicos partidarios, unos más, otros menos y con matices, se alude al ciudadano como la razón de ser. Para nosotros, hegemonizados hace mucho por el panismo, la dignidad de la persona debiera ser valor constante. No ha sido así.
Gente, habitantes, colectividades urbanas y rurales estamos en el imaginario del panismo para dos cosas: para escenografiar sus logros y para adornar sus campañas electorales. La consigna mercadotécnica de que todos la estamos haciendo en Guanajuato es huera.
La miseria no pude ocultarse, camina a diario las calles y los campos buscándole. Y la encarnan millones de personas con nombre, apellido y hambre. Además, pululan por nuestros caminos miles de personas de toda nacionalidad cruzando una ilusión: dejar de ser pobres.
¿Qué se hace por cada persona? Las cifras oficiales sólo aluden a estadísticas convenientemente exitosas para sus políticas públicas. Las sonrisas, abrazos y niños felices son nomás fotoshop de la realidad.
Cuando se habla de los presupuestos oficiales, siempre se cuentan millonadas para obra pública: pura construcción encementadora para vehículos; grandes edificios para corporativos y espectáculos cobrados; tierras quitadas al cultivo para urbanizar, industrializar y sacar de su origen. ¿Y las personas qué?
Dícese que con educación y salud se atiende al mayor número de guanajuatenses. ¿Calidad y calidez se significan en esos servicios? No hay prueba demasiado convincentes.
Esas imágenes de un joven hondureño apañado por numerosos policías en Irapuato delatan todo: Aquí no hay respeto por la dignidad de las personas.
