Chismear es la base comunicacional humana; por el chisme nos hacemos de información de tal o cual persona o circunstancia. E instantáneamente juzgamos a tales persona o circunstancia.
La complejidad social ha producido las tecnologías y a los profesionales para comunicarnos lo que nos interesa. Medios sofisticados le siguieron a escribanos e imprenta; lectores y escuchas hicieron hábito de lectura y atenciones a lo difundido. Empresas se hicieron de los medios necesarios para hacer de los contenidos su mercancía, y los periodistas se forjan para recoger la información completa con sus datos y para interpretarlos.
Claro es que todos y cada uno de nosotros tiene lo que se llama “razonamiento motivado”: mis referentes ideológicos, políticos, sociales, religiosos -mis circunstancias, pues- me hacen razonar bajo esos motivos; cuando encuentro otros razonamientos motivados por otras circunstancias personales puedo coincidir o francamente confrontarlos.
Si uno comprendiera el derecho inherente de cada persona a razonar y a respetarle, las ideas irían y vendrían enriquecedoras; pero cuando la descalificación del otro mueve las voluntades, necesariamente surge el conflicto.
Ora bien, entre los mexicanos estamos viviendo una oleada de violentación del derecho a razonar y enviar mensajes. Que hay individuos que son simples plumíferos que usan sus medios para sobarle el lomo a algunos y denostar a otros, es mal nacional. Pero que la criminalización (incluida la política) campee en los hechos y en los discursos dice mucho de que México anda la chingada.