Dinero sí hay. Mucho tiempo hacía que el priismo no se vestía a todo dar.
Trasladar en cientos de camiones a la Alhóndiga guanajuatí a miles vestidos con toda clase de distintivos de la “imagen corporativa” fue alucinante: playeras, gorras, matracas, esos como condones inflados para enruidar, alimentos y agua, banderas y mantas, pantallas y apantalle de los presentes al influjo del “guapis” candidato que, junto a su gaviota (ay, tan ausente en el show), por eso “va a ganar” –decíase a pie de valla.
Aparte, flotillas de aviones y helicópteros, de suburban blancas y otros lujosos vehículos guiados por enjambres de choferes, ujieres y guaruras, apenas simulando su armamento, trajeron a los meros principales del tricolor; para ellos, toda la venia circulatoria y estacionada. Todos estos personajes uniformados con camisas y trajes especialmente diseñados para la campaña: ¡imagen, todo lo significas!
Las “invitaciones” corrieron por todos los cauces; las más efectivas siguen siendo las que “traen su gente” de colonias, barriadas y poblados, gente que acepta la “invitación” a pasear en Guanajuato ajuareados, transportados y sufragados sus emolumentos de campaña.
Y sí, el espectáculo es Peña Nieto. Y Juani nomás de arrimado, cobijándose en una imagen. Todo fue Peña, de Peña y para Peña. De eso algo quedará como ilusión de repetir –como farsa- un tándem mexiquense-guanajuatense: un guapo de entonces (López Mateos) con un inmobiliario antañón (Torres Landa); ahora, un guapo y un aspirante a director de obras, que no necesariamente se sienta gobernador. Esa ilusión ¿también incluirá viejas, viajes y herencia para sus generaciones por venir? Mmm, sigue siendo el PRI.