Pues sí, éramos pocos (nomás el panismo) y parió la abuela. El viejo priismo dio a luz –al fin- al que ya estaba amorcillado de tanto que se anunciaba. Pero no ha sido un hecho de vida, pues tiene todas las taras del malparido y malquerido.
Retobones, por ahí andan priistas envejecidos disfrazándose de nuevo PRI, esa entelequia que solo sirve para colocar a los hijos de los de siempre (encopetados – but of course– con gel), pero éstos con más avaricia de poder, más ambiciosos y clarísimo el objeto: poseer y adquirir riquezas para atesorarlas a cargo del poder político.
Dizque encaminados a la unidad, ni siquiera asistieron al registro oficial los que debían, como antaño, para ir a adorar al ungido. No fueron los que la querían; es más un rebelde se apareció para hacerla de jamón, ganándose el encono de los jefecitos que lo van a batear a las primeras; tampoco se aparecieron los sectores como era obligado; ni siquiera el auto furor del acarreo encendió los ánimos que eran signo y costumbre. No, de plano el PRI ya no es como antes, es sombra de viejo.
Lejísimo aquel pacto inicial de 1946 cuando todos a una fueron para procrear al PRI y apoyar al primer civil presidenciable, mezcla de empresario y político, enriquecido por generaciones. Firmaron en Irapuato un pacto de unidad desde la Confederación de Partidos Revolucionarios Guanajuatenses hasta el Partido Comunista (“Alemán -sostuvo- representa a la burguesía progresista”), a lo que hasta la Unión Cívica Leonesa adhirió. Ahora hasta el Verde rezonga. Así ni oro ni incienso ni mirra para el de aquí o para el que solito se despeña.