Dicen en el PRI que hay un nuevo PRI. Sí, el que antes era de dedazo, ahora es digital. Cosas de la posmodernidad.
Nuevos son los hijos de los priistas, colocados en la mira de los cargos que dan fortuna. Los apellidos conocidos nuevamente se reproducen en sus filas, donde perviven los intereses aglutinados en las organizaciones tradicionales del corporativismo: sindicalismo hereditario, campesinismo clientelar, asociaciones al caso y liderazgos que ponen en juego a “su gente”, la que puede ser llevada y traída, según se necesite.
Sin embargo, lo que significa quintaesencialmente al priista está incólume: la disciplina para ser tomado en cuenta. Todo movimiento está encaminado a llamar la atención del “señor licenciado” para que señale con su dígito al que, por supuesto, honrará al elegirlo para “la oportunidad de servir al partido”. Por eso todos voltean hacia Toluca. Todos dicen ser amigos del que allá decidirá y sueñan con que eso les toque. No por nada las procesiones y los besamanos. Y como ya señaló con su divino dedo a la que será en la ciudad de México…
Moverse para contar en la “auscultación a los sectores y militantes distinguidos” es lo de hoy, como lo ha sido desde siempre, cuando las mayorías se pronuncien en respaldo al “señor licenciado”. Enseguida, las adhesiones con todo y mantas, contingentes y desplegados en los que se anuncie lo que todos sabían: que era el bueno, el mejor priista.
Surgirá así el candidato, investido no sólo de la representación partidaria sino de la capacidad de usar, él mismo, a su vez, el dedo elegidor de los demás cargos. Y eso ya lo vimos y vivimos por décadas, cuando todos se disciplinaban y eran felices en la nómina ¿Algo nuevo bajo el sol?
