Estos días hemos andado como zopilotes estreñidos: puro planear y nada de obrar con mesura.
Que si el informe de gobierno, que si la presentación del plan 2024-2030, que si la glosa, que si la planeación municipal. Harta palabra para dorarnos la vieja píldora planificadora.
Desde que en los años treinta del siglo pasado, a semejanza y copia del sovietismo, se quiso ordenar el quehacer nacional, con racionalidad, y hasta acá, todo el quehacer gubernamental está obligado a elaborar, presentar y responder con un plan. Pero como en toda nuestra historia, la supuesta racionalidad es vencida por la arbitrariedad, la de las circunstancias y las propias de los ambiciosos del poder. El partido tricolor y sus gobiernos hicieron cuanto plan y sus programas correspondieran: nunca se cumplieron. El gobierno blanquiazul guanajuatense encargó hace tres décadas la elaboración muy erudita de planes para el medio siglo en marcha: ninguna medida puede comprobarse hoy. Sus documentos son materia de archivos y bibliotecas inconsultas. Y el morernismo anda en su plan C, ese que derrumba todo.
En ese transcurrir, la legislación vino y se fue. La materia planeadora se estableció como requisito para obtener dinero público; es obligado presentar documentos que se agotan en su misma presentación. ¿Entonces lo que los gobiernos hacen a qué responde? Pues a las coyunturas de cada gobierno con sus integrantes de mayor o menor ambición política o económica. Como siempre.
El plan de ordenamiento territorial de la capital de estado ya quedó marcado por una sentencia previa y contundente: hay derechos adquiridos. El gobierno de la gente de Libia anda al troche moche. ¿Acaso está en plan irse a gastar unos milloncejos al Longines Tour como lo hicieron Querétaro y Nayarit, entre otros? El turismo y sus ocurrencias ¿qué derraman? ¿La cultura es simple promoción de espectáculos? ¿La comunicación oficial es nomás cotorreo? ¿Hay alguien allí con algo de racionalidad? Nunca la ha habido y por lo visto…
