La nueva tanda de ayuntados anda febril en sus preparativos porque ya se acerca el día de sus posesiones.
De risa loca los quebraderos de cabezas. Que si unos se creen los salvadores que al fin acuden al gobierno; que si otros tienen ansias de novilleros; que si los acomodos en donde hay se logran a codazos; que si los de seguridad los pone quién…
Los corrillos para hacerse de un cargo suman miles. Cada cuadrilla se enlista para ser palomeada y tener chamba un trienio. Por racimos se pellizcan perfiles para someterlos a pruebas y hasta evaluaciones sicométricas y, but of course, “controles de confianza”.
Comisiones y comisionados juntan sus pesquisas y entendederas con despachos de nombres apantalladores, aquellos famosos y foxianos head hunters que cazaron de todo y sirvieron de casi nada.
Los esperanzados en sus voluminosos curris han sido desangelados y desvanecidos en sus aspiraciones por no cumplir con lo mero principal: la recomendación del bueno. Aunque hay algún electo que erguido canta cual gallo amanecido: “Si en alguna ocasión recibí alguna llamada no tuvo ningún efecto, el procedimiento evitó que cualquier grupo tuviera posibilidad de ejercer alguna presión, ni siquiera una recomendación”.
Es temporada en que la Secretaría de la Transparencia y Rendición de Cuentas, así como la Procuraduría General de Justicia del Estado tienen harto trabajo en sus archivos y procedimientos para garantizar que ninguno de los presuntos funcionarios tenga algún antecedente de esos que ostentan los malosos.
Con el Jesús en la boca, todos quedan advertidos por el canto madrugador: “Al que lo agarre cometiendo actos deshonestos lo corro inmediatamente y lo proceso”. Ay, nanita, qué mello.
Ronda con los piteros
