Orondos y lirondos, gobernantes y estadísticas anuncian que Guanajuato crece más que el país. Claro, como el dicho y los números oficiales no son para denostar, seguirán apareciendo felices ante el público crédulo. Dejan de lado la obviedad: crecer no es repartir. Para ellos el tamaño, su tamaño, sí importa; para los demás impotencia y tope.
La riqueza que se genera en el terreno llamado economía se hace y se reparte de manera desigual. Y no se trata de la desigualdad propia del homo sapiens, sino de lo producido mediante todos los recursos de que disponemos: si el país es de todos los mexicanos, resulta que hay mexicanos más beneficiados con él.
La manera casi única que millones tenemos para obtener algo de la riqueza nacional es el salario. Guanajuato tiene una riqueza repartida por cabeza de lo producido de unos 95,059 pesos anuales, unos 7,921 pesos mensuales; el problema es que eso es en los números oficiales, la verdad es que por el salario mínimo de miedo, aquí el ingreso laboral de casi millón y medio de guanajuatenses es, por cabeza, entre uno y cinco de esos mínimos.
Ni se crea que el resto de la población ocupada gana más, el mínimo oficial es el lastre que ata a los otros emolumentos. Es más, 24% ni siquiera recibe ingresos.
Que Guanajuato crezca 6.5 en el marco económico nacional, no significa que así se esté repartiendo el producto. Así tampoco significa “progreso” el que la inversión extranjera ande por el 3.6 y coloque nuestra tierra entre los primeros, sobre todo cuando sabemos cuánto y cómo se “facilita” esa llegada: tierras, infraestructuras, contratos de protección con sindicatos blancos y, sobre todo, mano de obra baratísima.
Se engañan a sí mismos los gobiernos con cifras a modo, pero la realidad abajo es que la pobreza y las desigualdades económicas se acrecientan inexorables, y, sobre todo, feminizadas porque la mayoría guanajuatense ya son mujeres empobrecidas reproduciéndose en esa condición.
La economía es una ficción del hombre político; sus decisiones económicas son, antes que nada políticas: reducir a güevo el salario no hace crecer al mercado.
Por eso, el salario mínimo es la falla del Estado y la falla del Mercado.