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sábado, abril 27, 2024

Si yo fuera diputado

La llamada clase política mexicana hace honor a la Real Academia de la Lengua al cantinflear: Habla y actúa de forma disparatada e incongruente y sin decir nada con sustancia.

El sistema político tiene en sus partidos la posibilidad de que ciudadanos se agrupen según sus afinidades, porque por eso son partes sociales. Se supone que dentro de tales organizaciones se educa políticamente a sus afiliados en las ideas que dicen compartir y en las aspiraciones que sueñan alcanzar. Pero al tiempo eso se ha quedado en vil supositorio cuando se les oye parlotear.

Cualquier arribista se mete a los partidos para pujar sus ambiciones personales; usa del patrón que manda en su momento y se pone a disposición, espera con eso la retribución política que lo eleve a los cargos. El asunto es que solo tiene a la palabra como herramienta para hablar y para darla en prenda: honrar ya no es valor al uso.

Nuestro principal problema político es, precisamente, el de no entendernos. Y sin entendimiento no hay diálogos, ni menos acuerdos.

A ver, ¿quién demonios entiende a un priista? ¿Se le cree? No necesariamente, solo se espera que algo deje desde el cargo que ocupe. Y hay que referirse obligadamente al priismo porque de su “cultura” proviene todo nuestro andamiaje, incluidas la evidentes influencias en los demás partidos: todos parecen querer copiar al viejo maestro. En México se hace y se dice la política a la manera del priismo.

Pero la gravedad radica en algo soez: no se les cree a los políticos y funcionarios que dicen nada y con ello afectan a la política, la única posibilidad humana de entendernos en comunidad…

Arturo Miranda Montero
Arturo Miranda Montero
Profesor y gestor asiduo de la política como celebración de la vida juntos.

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