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miércoles, abril 30, 2025

Sin aplausos

En la crisis de nuestras instituciones, la señera, la presidencial, es la que concita todas las turbulencias.

México, país presidencialista, reúne en el jefe del ejecutivo la mayoría de las funciones y facultades encargadas del bienestar colectivo. Y el individuo que encarna la presidencia le pone su estilo personal de gobernar.

Por tanto, todos los bienes le eran atribuidos al Señor Presidente mientras su partido hegemonizaba; ahora, cuando la pluralidad opera a trompicones, el individuo denominado presidente acapara en su persona las iras, denuestos, burlas y culpas del país.

Antaño no había acto político sin gloriosas exaltaciones del Hombre, Jefe de las Instituciones; hogaño, ese hombre es visto como cualquiera, incluso se le ve desdeñosamente desde el hombro ciudadano.

En la escala presidencialista nacional, sucede lo mismo con los señores gobernadores y con los presidentes municipales. Cada día político deterioran el respeto que doraba la píldora en cada acto al que se presentan.

Las instituciones son encargadas a individuos de carne, hueso y un pedazo de pescuezo, y a ellos se les escudriña como nunca antes. Se les notan las riquezas que no tenían al asumir el encargo; las tecnologías les colocan en el ácido del tiempo real; ya no solo se acusa la corrupción, se resaltan las estupideces y se hace mofa, con razón o sin ella.

El actor político que representa el cargo debiera aprender de todo esto. Es la hora de nuevas interpretaciones. La obra política ha cambiado de públicos.

Arturo Miranda Montero
Arturo Miranda Montero
Profesor y gestor asiduo de la política como celebración de la vida juntos.

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