Como entre nosotros no hay mucha simpatía por las colectividades, organizaciones como los sindicatos no tienen una vida muy digna que digamos, hasta ahora.
Allí está el caso de General Motors. Cuando se vino a Silao, todo le fue concedido: terrenos, agua, servicios, movilidad y, por supuesto un sindicato a modo para que ningún trabajador la hiciera de tos con sus reclamos. Eso ha sido para dizque acrecentar la inversión que “genere” empleos.
Ahora, con la globalización de la industria automotriz, las regulaciones laborales deben equipararse entre los países en que operan esas armadoras. Por tanto, ya no podía seguirse simulando que había sindicato, simplemente porque no lo había. Lo que se inventaron empresa, gobierno y líderes corruptos de siempre fue un contrato de trabajo administrado para beneficio de la empresa con su mochada a esos líderes y con el cobijo de los gobiernos en turno que incumplieron todas las leyes. Pero esa situación no podía ser eterna. Las reformas laborales obligan a la existencia de verdadera organizaciones propias de los trabajadores, sindicatos construidos y administrados por ellos mismos, con precisas acciones desde la elección por voto directo, libre, secreto y supervisado por autoridades laborales.
Eso ha ocurrido, finalmente, en la planta de Silao. Ya eligieron qué tipo de sindicato tendrán realmente y cómo ha de gestionar sus prestaciones de ley a cabalidad.
En otro ámbito, mucho más pequeño, pero altamente significativo y sin repercusión mediática, los trabajadores técnicos y profesionistas del sindicato del INAH en Guanajuato, recambiaron por voto libre, directo y secreto en urna a su dirigencia. Una práctica con buenos antecedentes pero afianzada estos días.
Sí, en el mundo de los trabajadores algo se mueve bajo la voluntad de proteger su vida laboral. Ai’vamos.