¿Por qué les hemos dejado la política a quienes la usan?
Cosa de asomarnos a las redes para darnos cuenta de que la molestia con los políticos es mayúscula. Los que se suman a uno de ellos, le atizan al otro, al que no se adscribe o francamente se opone. Jugamos sus juegos.
El gran fracaso de nuestros partidos políticos ha sido alejarse de la gente. Se han organizado diciéndonos que van por nuestras demandas y terminan peleándose por las posiciones que alcanzan. Son como los tíos en navidades: todo sale a pleito por los territorios que creen merecer más que los demás.
Cuando el PRI era el mandón y todo lo decidía, ya sabíamos quién ganaba los cargos. Pero hace una treintena de años que se rompió ese modelito y asomaron otros: fue la llamada transición a la democracia. Nomás que nos quedamos solo en las elecciones, cuando los mexicanos necesitamos comida, casa y libertades para ser. Los que llegaron a desplazar al priismo se quedaron con los cargos pero olvidaron esos encargos.
Guanajuato, por ejemplo, ya lleva tres décadas de panismo repetidor de la vieja fórmula: todo para mí, yo mando y ordeno.
Le hemos prestado demasiada atención a los políticos y a sus organizaciones. Cuando tenemos que elegir, debemos hacerlo de entre ellos. Tropezamos siempre con la misma piedra.
Ellos tiene derecho de afiliarse a sus ideas y formaciones, pero nosotros también debemos repensar nuestras ideas y observar que todos no cabemos en esas. Somos más, muchos más que los que dicen representarnos. La neta que nomás ven para sí.