Si de por sí los ceremoniales de cuño priista disque informadores de los gobiernos nada dicen que no sea maquillado, el que anda propagandizándose estos días huele a electorera intención.
Allá, disfrutando en su burbuja azulada, los panistas de siempre y sus advenedizos de hoy se declaran satisfechos. Gozan de sus escenarios, del traslado de personas y personajes, de los ambigúes y comilonas, de las miles de fotografías sonriendo al lado de felices compinches. Todo es como siempre…
En las alturas se alejan de la perrada. Gobiernan en blanquiazul óptica. Son de ellos y para ellos. Su discurso publicitario asegura que es de todos los guanajuatenses su gobierno; no es así. Capas sociales inmensas ni los ven ni los oyen. El tiempo nuestro marca y remarca la ajenidad social, política y cultural.
El día a día de cualquier habitante del territorio solo tiene un lejano referente gubernamental, dependiendo de cómo le va en la feria. Acaso un regalito mochilero pintado de azul o un camino o calle con bardas y letreros azules, quizá un gadget para escuelas uniformadas de azul: naderías propagandísticas.
Creen ser un buen gobierno gestionado por buenas personas. Es su creencia, pero lo sabido está a la vista: se alejan cada vez más, se transforman, dejan de ser personas para trascenderse. Ocupan todos los recursos oficiales para dotarse de sus creencias y andan por la vida como aves del paraíso. Son felices.
Pero su edén es un lugar restringido, gozan de sus paisajes y mieles, y con ello viven el peor de sus pecados: la soberbia.
Al envolverse en sí mismos, contribuyen al peor de nuestros problemas políticos: el hartazgo con esas élites tan ajenas, tan ensimismadas, tan sin piso…