El perdedor del numerito dominical fue el IFE.
En lugar de armar con tiempo una profesional cadena de medios, involucrando a las cámaras y asociaciones respectivas, se quedó solo. Contrató a un ex funcionario foxista dizque ducho en el ajo comunicativo y ya vimos: un bodrio televisivo, propio del changocho.
Ese no fue un debate político; fue una comparecencia acartonada, prohijada por los propios equipos de campaña de cada partido, urgidos de proteger al suyo de todo y de nada. Las negociaciones para eso fueron rigidizando el formato hasta hacerlo inútil para la libertad expositiva; así ninguna improvisación talentosa puede aparecer.
En un pésimo espectáculo, ninguno de los recursos que llevaban los actores pudieron salir a cuadro bien e interesarnos a los videntes. Tuvimos que imaginar y elucubrar.
Que el tema más popular en tiempo real y en el post haya sido la tetona, habla por sí mismo: IFE sexista utilizando a mujeres tales, miradas lascivas del émulo de Groucho, nerviosismo de la conductora que entre reía y se pasmaba, y una corriente innúmera de chistoretes verbales y gráficos circulando a velocidad sin igual.
Lo visto y oído no fue un debate del México que hoy tenemos y del que pudiéramos tener. Fue lo tenemos y a nadie satisface. Claro que los equiperos de cada cual se hinchan cual guajolotas creyéndose ganadores. Todos perdimos, pero más ellos.
La democracia aún no se nos da. Andamos enredados en la espectacularización de la política con todas su banalidades. Lección (espero) aprendida: El IFE, los partidos, los candidatos y los medios deben dejarse llevar por la palabra libre, esa que sí compromete al político genuino.
