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miércoles, abril 30, 2025

Taxipartidos

Nuestro sistema de partidos no logra encontrar su significado. Cuando el autoritarismo resolvía todo en un solo partido de Estado, las elecciones estaban absolutamente controladas para dotar del triunfo al propio Estado. Y eso no acaba de irse porque la tentación de acomodar todo a modo no cesa.

Organizar partidos de oposición en un país inclinado al verticalismo resulta complicadísimo. No se puede decretar la ciudadanización demócrata; esa es asunto pedagógico y los organizadores partidarios siempre andan ocupados en la coyuntura, sobre todo cuando los tiempos electorales escuecen. Por tanto, formar cuadros educados en la ideología partidaria no está en las prioridades dirigentes, aunque lo declaren y hasta esfuerzos hagan.

Nuestros partidos se han venido configurando por arribos de los interesados en su porvenir particular. Los que por las causas se afilian, la tienen difícil. El priismo es un modo de hacer política: aspiro para que me toque siempre y cuando la disciplina me premie, incluida la ignominia. El panismo dejó de lado el doctrinarismo y optó por el emprendurismo práctico y motivador. El perredismo provino de un muégano endulzado con melcochas de todo izquierdismo y nacionalismo.

Por esas, las defecciones y cooptaciones son continuas y escandalosas al uso: el signo distintivo ha sido el de utilizar a los partidos en épocas electorales por alquiler. Los conductores partidarios prefieren la rentabilidad a la lealtad ideológica y los usuarios del partido se suben a ellos con la intención manifiesta de ser llevados a las puertas mismas del poder. Y lo peor es que no hay taxímetro, por eso hacen lo que quieren en los cargos y se olvidan de pagarle al taxista.

Arturo Miranda Montero
Arturo Miranda Montero
Profesor y gestor asiduo de la política como celebración de la vida juntos.

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