Con horrenda maqueta estudiantil, el presidente municipal de Guanajuato quiere gastarse 200 millones de pesos en construir un “nuevo museo de las momias”.
Se entiende que se ocupe de eso. Las momias son, desde tiempo atrás, el segundo ingreso en las arcas municipales. Además, construir es bueno para los moches.
Como no hemos contado con gobiernos que le entren en serio a la administración pública municipal, las participaciones se han convertido en el ingreso financiero principal, basado en el impuesto predial (el cobro por la propiedad raíz: casas, terrenos y demás edificaciones que tengan dueño). Pero como ese impuesto es difícil de cobrar en una ciudad como la capital, las participaciones no alcanzan para todas las ocurrencia en turno ni para el gasto ordinario de la administración municipal. No han actualizado el catastro y la elusión crece.
Así es que estamos en una ciudad que vive de sus muertos. De los que se agarran todos los homenajes exegéticos y de los cadáveres que desde el siglo diecinueve se sacaron de sus tumbas.
Es tan bueno ese negocio (que en estricto sentido sería ilegal) que hasta vivales se han llevado cadáveres para exhibirlos como fenómenos que desatan el morbo: las llamadas “momias viajeras”, negocio que sólo dejó al que se las llevó a dar el rol y a quienes cobraron por eso en el ayuntamiento.
Que lejos estamos de tener gobiernos con más inteligencia, conocimiento y sensibilidad para hacernos una ciudad con futuro. Lo único que se les ocurre es cartón, vidrio, aluminio y cemento para cobrar más, para obtener más. Y eso si el morbo no se va apagando ya.
